lunes, diciembre 7

Día 8. Jiquilpan y el trompo


Aprovechando tu ausencia nos hemos vuelto unos verdaderos vagos (los que hemos sido hasta ahora eran vagos de a mentiritas) y en honor a ello nos fuimos acompañando a Elizabeth (amiga de la maestría en terapia) a Jiquilpan a la piñata de sus sobrinos.

Pablo decidió entre FIL (patita de perro) y fiesta, por fiesta (parece sinaloense).

Nos fuimos y regresamos el mismo día, Pablo es un acoplado llegó a la fiesta y se acomodó en las mesitas para niños y se puso a comer rines, luego fue y pidió unas palomitas y se vino a la mesa donde yo estaba, en eso el show (aquí debes leer chou) del payaso dio inicio y él decidió quedarse a mi lado pero hacer todo lo que el cara pintada indicaba. En eso el señor payaso de pueblo (se le veía el bigote pintado de blanco) gritó corran traiganme el celular de su mamá, para pronto saqué mi teléfono se lo di y él corrió a llevárselo al payaso. Fue el primero que llegó y le preguntó el payaso si quería un premio, Pablo movió la cabeza, le preguntaron que si quería bailar y Pablo movió su cabeza indicando un sí. Así que le pusieron la música y él movió el esqueleto. Efectivamente, la gente le aplaudió y se sonrieron viendo el ritmo del chamaco que sonriente regresó a mi lado con un flamante trompo amarillo del que ya perdió la cuerda sin haberlo podido bailar.

Hizo todo el ritual, le pegó con injundia a la piñata, cantó mañanitas, me pidió pastel (por la gente no lo repartió) y abrió todos los dulces y se zampó la mitad.

Regresamos con felicidad pero agotados de tanta carretera, por cierto hice que mi amiga se detuviera para comprar:mandarinas, manzanas y guayabas. Fui feliz viajando.

Dulce & Pablo