El sábado el día inició con un diente fuera de la boca de P: "¡Mamá, estaba a punto de tragármelo!" Me lo comentó mostrándome el diente en su mano. Luego prosiguió a guardarlo para que el Hada de los Dientes (hay que estar a tono con el país en el que se vive) se llevara el diente (un ladrillo más para su ciudad) y le trajera el pago correspondiente.
Mi parte inquisitiva se puso alerta: ¿es adecuado que un niño de 7 años siga creyendo en esas fantasías?, ¿todavía es tiempo de que Santa Clós, los Magos de Oriente le traigan regalos?
Recordé que unas amigas no les permitieron a sus hijos creer en estos personajes. Su razonamiento fue por motivos religiosos. Partiendo de esta idea, mi cabecita loca se preguntó: ¿estará bien no alimentar la fantasía?, ¿qué le haces a un pequeño al que le dices que no existen ni el ratón Pérez, ni un niño Jesús que trae regalos, ni unos magos que traen presentes por el solo hecho de que eres niño?
Mi divagación me llevó a concluir:
- La alimentación de la fantasía es necesaria. Ellos requieren sus explicaciones mágicas para entender la complejidad del mundo.
- El mismo niño va cambiando y accediendo al mundo positivista cuando la magia ya no sirve para entenderla, pero reprimirla no lo hará.
- Si no existe la fantasía ¿cómo pueden entender la existencia de un Dios o las historias bíblicas?
- Si hay fantasía, hay imaginación, si hay imaginación el cerebro puede recrear mundos alternos, como los que accedemos en las historias. Comprobado está por neurólogos que esto puede sanar (ver Hustvedt en su La mujer que tiembla).
En eso volví de mis conclusiones para ver que P ya había terminado de guardar su diente y que no sabría cuál sería su calabozo y por tanto no podría rescatarlo y pagar el tributo por él… finalmente ya tendría él que explicar con una fantasía lo que el razonamiento no podría lograr: ¿por qué el diente seguía ahí después de una noche?
dfcg
