miércoles, septiembre 11

La mujer que tiembla

Me gusta nadar pero suele ser complicado encontrar una alberca disponible, pagar por el servicio y trasladarme al lugar para realizar la actividad. Por tanto desde el año pasado opté por correr. Al principio no fue fácil pero tras diversas lecturas y charlas con quien está más avanzado en esta práctica, el amor entre la corrida y yo, fraguó.

Sin embargo, hace dos meses una dolencia surgió y empezó a provocar que dicha actividad se volviera una tortura (en la vida diaria): un dolor punzante en la base del talón hizo su aparición. De acuerdo a la revisión bibliográfica que inicié dicha lesión tiene un nombre de miedo: fascitis plantar.

El dolor es sumamente molesto pues siento que un clavo se ensarta en el centro de la base del talón

del pié derecho, aun cuando no salga a correr pasan días para que desaparezca, para volver a surgir en cuanto trote o simplemente camine. A quien no le gusta hacer un deporte se le ocurriría decirme: pues deja de correr. Seguramente quien ama una actividad no se atrevería a comentarme algo semejante.

En mi búsqueda por las razones de esta dolencia (más allá de que el calzado no fue el adecuado o que si tengo una pronación en mi pié) me encontré con un libro de una mujer que empredió un camino similar para entender lo que ha ella le pasaba.

El libro se llama La mujer que tiembla (2010) (Trad. de The shaking woman, su título original) y la autora es Siri Hustvedt. Ella sufrió de migrañas desde joven pero fue un episodio de temblores lo que la hizo documentarse en neurología, psiquiatría, psicoterapia y psicoanálisis.

El libro es un fascinante viaje, en vehículo de ensayo académico, en el que explora los confines de la enfermedad como la de ella, sus rasgos históricos, las opciones de cura, la ignorancia de los médicos y el papel que juegan la conciencia, los descubrimientos del funcionamiento cerebral, pero sobre todo el papel del lenguaje.

Lo mejor de su narración es que no es concluyente, no “tira netas”, describe y lanza interrogantes.

Me pregunto, después de leerla si soy fascitis plantar, o la fascitis me ha “tomado”, si ella me habla, si soy ella y tengo algo que decir por medio del acalambramiento que me produce, si tengo cura o debo dejar el placer de correr por las calles, si me duele caminar porque no tengo claro el camino... o si todo se resolverá por el hecho de buscarme un apoyo para el arco de mi pié.

Yo al igual que Hustvedt me adentraré en los confines de lo que la enfermedad dice y lo que mi Yo recibe en la conciencia.

dfcg