martes, diciembre 1

Día 4. Hot dogs night


El día transcurrío as usual con pláticas, peticiones y rutina.

Unos alumnos que viven solos me invitaron a cenar hot dogs debido a que tenían exceso de salchichas en su refri (sutiles ellos).

El día nublado, tormentoso y airoso, queriendo parecerse a Chicago. 5pm acostada en mi cama tejiendo, cuando de repente...¡zas! un recuerdo toca eléctricamente mis finas fibras de responsabilidad: el recibo para Mural.

Ármome de valor y emprendo camino hacia aquella horrible zona de la ciudad. Pablo se duerme en el trayecto, motivo por el cual el policía de la entrada me la hizo de tos: "qué no se puede bajar y dejar al niño dormido, así que no la puedo dejar pasar", "no, no, recibirle el recibo yo, tampoco puedo", "no pues no le puedo ofrecer ninguna solución". Por mi cabeza no podían dejar de pasar las palabras, por eso seguirá de portero toda su vida (pasaban así como algunos protectores de pantalla que muestran una oración que va de derecha a izquierda y viceversa).

¡Bingo! mis neuronas, que hacían sinapsis con mayor rapidez que las palabras salían de la boca del presunto guardia, mandaron a mi mano tomar mi móvil y marcarle a la calaca tilica y flaca, quien respondió a mi llamado y salió ipso facto por el recibo. Cual superhéroe partió con la misma rapidez con que salió pues cerraba edición (¿habrá sido Superman en el Daily Planet que venido a menos ahora es Ricardo Álvarez en Mural?)

De regreso, equivoqué la ruta e hice 40 minutos. Los dogos ricos, unas tres jugaditas de Jenga y ver unos videos (se me había olvidado lo que es ser adolescente) de Remi Gaillard, te los recomiendo...para muestra