martes, julio 7
Algarabía
Soy adicta a las revistas. Si entro en alguna tienda o puesto de revistas puedo estar ahí varios minutos, si logro controlar mi adicción o si no tengo dinero saldré con las manos vacías, pero si me acabo de recibir mi quincena, pegadas a mi mano tendré al menos dos revistas.
Me viene desde niña este hábito, pues al ser pequeña a veces algún miércoles o jueves mi papá me llevaba a comer unos taquitos (no tacos, sino taquitos) y luego a comprar un cuento (en mi epoca eran cuentos y no comics). Los tres salíamos con una revista y nos concentrábamos en ella, tanto que cada quien gozaba de su individualidad el día de la salida familiar.
Tengo dos meses comprando la revista Algarabía. Su eslogan reza: revista que genera adicción. Y lo estoy probando.
El número 56 fue el primero que leí en dos días, hubiera sido uno sino tuviera que atender a un niño de tres años, un trabajo, una casa, un marido y mi otra adicción, las teleseries gringas.
Esperé todo el mes de junio para poder comprar el siguiente número y la verdad lo volví a leer con la rapidez del primero.
¿Qué tiene la revista que atrapa? ¿de qué trata?
Sus artículos versan sobre lenguaje e historia. Son relatos breves con un muy buen tamaño de letra, escritos en nivel coloquial pero con explicaciones sobre la lengua a nivel formal.
El tamaño de la revista es otro detalle sobresaliente, es del tamaño de una hoja tamaño carta doblada a lo largo, lo que hace ligera en el traslado y provoca que el viaje de los ojos al leerla sea rápido, haciendo grato el momento de lectura.
Vamos, vaya a la tienda del tecolote, al autoservicio de la florecita o empiécela a exigir en el puesto de revistas.
Otra ventaja: no trae propoganda electoral.